miércoles, 23 de octubre de 2013

Circuito porteño

Muy cerca, una de la otra, las galerías  Vitrina y Subterráneo producen la tensión visual de la cuadra, a un costado del edificio de la Intendencia. El sábado 19, en Vicente Vargas Estudió se inauguró una muestra de Duclos y Cespedes, que forma parte del proyecto Los Nuevos Sensibles. Si agregamos Casa E, entonces tenemos que en Valparaíso existe un circuito acotado, que se instala entre en una institucionalidad doméstica y que debiera alcanzar unos logros que sellarían una cierta autonomía regional, si agregamos las iniciativas de Antofagasta y de Concepción.

De todos modos, no hay que cantar victoria todavía. La internacionalización de las experiencias regionales es la única alternativa para fortalecer este circuito. Sabemos que los únicos que están en condiciones de hacerlo son Los Nuevos Sensibles y los Pintores Portugueses. El resto de los espacios permanece en un nivel local de auto complacencia blanda.

Es decir, el éxito del circuito doméstico depende de las condiciones en que abandone la domesticidad, tanto de las obras y como de la gestión. Al menos, la Vitrina y el Subterráneo exhiben artistas de probada trayectoria plástica. Notese que escribí plástica y no artes visuales. Aparte de Vicente Vargas y Casa E, no hay que especular. Valparaíso es una plaza compensatoria donde vienen a exponer artistas que desean escapar de una escena metropolitana paralizada por el reparto bloqueado de las oportunidades.

Al menos, en el caso del Subterráneo, Rodrigo Bruna se ve obligado a realizar una pieza que no podría montar en Santiago. Valparaíso lo conduce a pensar de una forma que respeta el lugar de la galería y de la ciudad. Sobre todo, de la ciudad, en esta coyuntura definida por la visita ritual de la comisión UNESCO. Bruna ejecuta un stencil sobre el suelo de la galería usando tierra negra. La imagen en alto contraste proviene de un fondo patrimonial ya ajustado.

En el Subterráneo, Bruna realiza una excavación destinada a abrir un pasadizo que atraviesa en transversal la galería, buscando convertirla en el acceso a un cauce. Saca tierra para poner en evidencia el subsuelo como indicio trágico del olvido de la ciudad. En verdad, echa tierra encima de las evidencias que trae consigo una imagen latente. Aunque más que tierra, parece ceniza. Imágenes de ceniza que subrayan una historia de la quema del referente, Valparaíso, en su cauce. Si bien, del cauce al calce no hay un paso. El stencil de Bruna deja pasar el polvo y lo deposita como una deuda externa y profunda.

¿Cómo convertir el cauce de la imagen latente en el cimiento de un estallido simbólico que debe verificarse en la Vitrina de arriba, en la calle? Esta vendría a ser una representación local de una depresiva poética del espacio, que se confirma en la disposición pictórico-objetual que Antonio Guzmán realiza como si reconstruyera el desván donde se fondean los objetos más complicados de una historia familiar, de la enseñanza. !Venga el burro! Los taburetes sostienen sobre su plataforma la prueba de la falicizacion de la enseñanza de arte.

Rebajemos la violencia del cuadro. Guzmán, en la Vitrina, falabelliza el impulso pedagógico para completar la última lección de las artes de la excavación que Bruna imprime por sustracción en la franja de tierra en el Subterráneo.

Antonio Guzmán en la Vitrina logra disponer un programa de pintura que sólo es comprensible como efecto directo de su trabajo local, pero que ha instalado como una marca, en la figura escolar del maestro como un burro de proyecciones universales. Quiroga, en Casa E, pudo trabajar con una elegancia que ya en Santiago no es admisible. Esta es la ventaja de Valparaíso. Acoge a Quiroga y a Bruna, devolviéndoles a Guzmán y los artistas emergentes del proyecto Pan Batido la ilusión de una autonomía relativa. En estos momentos, Emilio Lamarca se encuentra en La Paz, apoyando este proyecto, que ha sido incluido en la bienal Siart.

Los Nuevos Sensibles son los únicos que en Vicente Vargas Estudio poseen una iniciativa internacional. Producen reciprocidad. Traen artistas y curadores emergentes para desarrollar un proyecto editorial y preparan la venida de Mario Navarro, a mitad del próximo año, con su Novela de Dean Reed. No sin antes, fortalecer redes editoriales que confirman la hipótesis que hemos venido trabajando desde hace un tiempo a esta parte, acerca de la editorial como empresa de sustitución de la falta y de la falla de centros de arte locales. Centros fallidos sólo permiten inflar ambiciones precarias sin destino. Al final, el futuro está en las obras. Pero hay que entender que no hay obra sin colocación, y que no hay colocación sin circuito. 

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