jueves, 13 de febrero de 2014

DEMOLICIÓN DE LA MEMORIA

En febrero del 2013, en el Segundo Encuentro de Ex-prisioneros Políticos,  hicimos otra exposición. Entre las cosas  que expusimos había una maleta, una frazada de la cruz roja y una cocinilla.  Estos objetos cargaron con la responsabilidad de fijar las memorias. 

Este año, lo principal ha sido este  traslado de una imagen, realizada con carboncillo, en tres por tres metros.  Frente al muro de la ampliación, fue colgado  el dibujo original. Y en medio de la sala hemos dispuesto tres estufas y tres teteras, proporcionadas por ex-prisioneros. Basta con eso.

El resto de la exposición consiste en fotografías del actual emplazamiento del sitio donde estuvo el campo de prisioneros, se agrega  un video que recoge los relatos de un conjunto de personas que allí estuvieron. 

No puedo dejar de mencionar a Sergio Vuskovic, ex-alcalde de Valparaíso, filosofo de utilidad pública.  Pablo Neruda, cuando fue declarado hijo ilustre de la ciudad a fines de 1970 dijo en un discurso magnífico que él solo era un “poeta de utilidad pública”.  De ahí viene esta asociación. 

El mismo día que inauguramos esta exposición, el suplemento de Vivienda y Decoración de El Mercurio publicó un artículo que tituló “De establo a segunda casa”. Era un caso en la ciudad de Cáceres, España, donde unos arquitectos habían recuperado un viejo establo y lo habían convertido en residencia secundaria. 

¿Por qué esta relación?  Valparaíso se está convirtiendo en escenografía para viviendas de segunda residencia. No deja de ser gracioso. Era pensable que la ideología patrimonialista diera para algo más.  Por otro lado, tenemos el caso de un balneario popular convertido en campo de prisioneros. El reciclaje es el tema de la arquitectura. ¡Ni qué decir! Una cárcel fue transformada en equipamiento cultural. Bueno, claro, siempre lo fue, bajo su forma carceral.  ¿O vamos a negar que existe una cultura carcelaria? 

Sin ir más lejos, a pocos kilómetros de Cáceres, el Museo  Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo proviene de la transformación de la cárcel modelo de Badajoz, que funcionó durante el franquismo.  Montevideo presenta un caso similar. En Cochabamba, un matadero dio lugar a un centro cultural.  Esto da para un tema de revista de arquitectura. Reciclaje editorial. La propia escuela de arquitectura de la Universidad Católica de Santiago está emplazada en lo que fue una hacienda chilena. 

Ahora bien: el mismo día en que apareció un artículo sobre la transformación de un establo en segunda residencia, inauguramos una exposición sobre la transformación de un balneario popular en campo de prisioneros. 

¿A ver? ¿El campo de prisioneros sería homologable a una segunda residencia? Peor aún: hagamos esta otra pregunta. ¿En que polaridad colocamos un balneario popular y una segunda residencia? La arquitectura social coloca al primero como ejemplo de traslado de la serialidad fabril a un paisaje convertido en objeto de goce colectivo. 

La arquitectura de segunda residencia sitúa la unicidad autoral en la construcción protegida de un locus amoenus que traduce el poder de diseñar su temporal puesta-fuera-de-juego-social a la medida. Está todo bien. Lo que pasa es que hay que hacer espacio en la historia de la arquitectura chilena a quienes concibieron en los tableros de sus oficinas de funcionarios públicos, unas viviendas que denominaron balnearios populares. Lo cual estaba en la misma lógica del diseño de los Bloques 1010 y 1020. 

No podemos  dejar de preguntarnos por qué, en el curso de la transición in-terminable, no fue posible re-transformar un campo de prisioneros en una vivienda social.  Es decir, ¿por qué no fue posible trabajar en el reverso de la historia y recuperar una “vivienda de la memoria”? ¿Por qué no haber transformado el balneario popular en un Memorial? Habría que haber trabajado en recomponer la memoria demolida

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