martes, 25 de febrero de 2014

REVERSO DE LA HISTORIA

El último párrafo de Demolición de la Memoria fue el siguiente: “¿por qué no fue posible trabajar en el reverso de la historia y recuperar una “vivienda de la memoria”? ¿Por qué no haber transformado el balneario popular en un Memorial? Tendríamos que haber trabajado en recomponer la memoria demolida.”

Aquí, la frase que importa es “reverso de la historia”. Mientras montamos la exposición sobre Ritoque, leo El reverso de la historia contemporánea.  Cualquier agudo académico ranciero dependiente pensaría en un título distribuido por LOM, pero se equivocaría. Se trata, simplemente, de una novela de Balzac, escrita en torno a 1838. Años más, años menos. Impresa en una edición de Garnier, de 1954, con un cuidado ejemplar de lo que significa la composición de un impreso. 

La novela de Balzac trabaja sobre un problema que Sergio Vuskovic y Osvaldo Fernández anticiparon a comienzos de los sesenta, en relación al pensamiento social-cristiano; a saber, la caridad cristiana convertida en política de consolación regulada. En Balzac, el anverso de la historia era la corrupción de la monarquía de Julio y la amenaza del comunismo; en cambio, el reverso era la “imitación de Cristo”. 

El freismo de los años sesenta territorializó la estrategia de la donación; pero el allendismo ocupó sus estructuras para montar los CUP en el seno de los centros de madres y los bordes de las juntas de vecinos, promoviendo la escucha de lo que desde el freismo eclesializado se denominó “falsos profetas”. Aquí vino a mostrar toda su eficacia la teología de la escolástica española.  Los jesuitas debían batirse en retirada, sospechosos de habilitar a los cristianos-para-el-socialismo.  Los falsos profetas debían ser declarados ilegítimos gobernantes que se habían apropiado del anverso de la historia. Había que recurrir a las fuerzas armadas para restituir el imperio de la ley (Orden de las Familias) y recuperar el control de su reverso. !Imitación de Cristo!

En esta operación, el pueblo que prestó irresponsablemente sus oídos al discurso de los falsos profetas quedó huérfano. Si bien debía sufrir un castigo por su soberbia; es decir, por haber querido disolver la  categoría  de la caridad, al menos había que protegerlo de los excesos del gran totem punitivo. Desde ese  entonces, la eclesialidad en crisis de crecimiento consistente pudo realizar el programa de  reparación, vicarializando el manejo de-los-sin-voz, para resolver en otro terreno el efecto de la más grave crisis de vocaciones sacerdotales. 

En Italia, en el comienzo de los exilios, hubo un libro del que ya nadie habla.  Su título es Chiesa e golpe cileno, Editoriale Claudiana.  Libro inencontrable. Es decir, se lo encontró muy poco cuando salió, porque echaba por tierra el sentido de cálculo que iría a caracterizar  el dominio discursivo de la oposición democrática en el exilio. De hecho, los operadores más esclarecidos de dicha oposición montaron una conjr adel silencio en torno a un libro cuya  analítica ponía en riesgo la política de la acogida compensada; es decir, la Iglesia como refugio, pero  a cambio del bloqueo -durante la transición- de toda iniciativa republicana que pusiera en duda -!de nuevo!- el Orden de las Familias; es decir, ni aborto, ni divorcio, ni acuerdo de vida en pareja. 

Los textos de Vuskovic/Fernández de comienzos de los sesenta anticipan, en su propio partido, un discurso que advierte la impostura de la política de la caridad compensada. No tuvieron interlocutores a la altura.  Salvo este libro de Rojas/Vanderschueren, que a mediados de los setenta no hace más que confirmar su efecto recompositivo.  Cuando el libro fue publicado, Sergio Vuskovic estaba recluido en la cárcel de Valparaíso. 

Un enunciado propositivo de la envergadura que adquiere ser-la-voz-de-los-que-no-tienen-voz está pensado para operar en un ambiente en que siempre debe existir una boca carente. Dicha carencia se reprodujo  como condición de manejo de la transición interminable y sobredeterminó la política de una ausencia partidaria adecuada, des/leninizando las estructuras y  condensando sus restos  en dispositivos de inscripción  de  jefaturas tribales. De ahí que la nueva vida partidaria responda a las exigencias simbólicas de los clanes, que promueven  las dinámicas de reparación totémica que informarán la nueva coyuntura. 

¡Cuanta falta hace leer, hoy día, en Valparaíso, Maquiavelo y Lenin, publicado en 1971 por editorial Nascimento, con un prólogo del filósofo Osvaldo Fernández!

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