domingo, 20 de julio de 2014

CORTOS, GRUESOS, DIFERENTES

En la edición del 11 de julio El Mercurio de Valparaiso publicó la noticia del fallecimiento de don Ricardo Araya, emblemático sastre de la subida Almirante Montt. Lo curioso es que la noticia fuera mediada por dos textos; el primero, aquel que escribí y subí al blog el 8 de julio; el segundo, la columna que publicó Cristián Warnken en El Mercurio de Santiago el jueves 10 de julio. De aquí relevo un tema cultural de importancia capital: el rol que jugaba don Ricardo en la economía simbólica del barrio. Sin que nos hubiésemos puesto de acuerdo, Cristian Warnken reafirma y amplifica esta línea de trabajo al sostener que su desaparición es un desastre, para preguntarse luego por quien “remendará nuestros vacíos”. El empleo de la palabra remiendo es lo más doloroso de su columna y corresponde a un gesto de reconocimiento monumental, para quien ejerció las artes de la costura durante más de sesenta años.

Amigas vinculadas al programa-manifiesto Lugares Valiosos habían conversado con don Ricardo, hace algunos años. Ante la pregunta de cuánto lo iba a perjudicar el arribo de la ropa de procedencia china, éste habría respondido con las siguientes palabras: “Existen los cortos, los gruesos, los diferentes. Ahí está nuestro futuro, en la diferencia”. Era la afirmación de la diferencia como lugar valioso y el reconocimiento del lugar valioso de la diferencia, en la que todos somos cortos, gruesos, diferentes, en relación a la producción política local, asimilada a la “ropa china”.
Cristian Warnken empleó la palabra desastre. Coincide, entre otras cosas, con el nombre de la exposición que montaron Francisco Olivares y Henri Serrano en la sala Laboratorio del PcdV y que en estos días ha sido trasladada a la sala de artes visuales, porque forma parte de una “ponencia” en el programa de conversatorios de la exposición COLOSAL.

Por cierto, la “ponencia visual” de estos artistas contribuye al debate sobre el (d)efecto de las materialidades en la recomposición de la diferencia y en la inflexión discursiva que en estos días tiene lugar en el empleo que la Autoridad hace de la noción de “zona de riesgo”. Justamente, de lo que se trata en COLOSAL es de poner el foco en cómo pensar el riesgo bajo condiciones discursivas de riesgo. Es decir, decidir con qué ropa nos vamos a arropar –valga la redundancia- para cubrir nuestros vacíos.

El jueves 10 de julio se efectuó en el PCdV una ceremonia donde la presidenta, el delegado presidencial (interventor de zona) y la ministra de la vivienda distribuyeron subsidios para la reconstrucción. En un marco  muy emotivo y en la pulcritud que caracteriza este tipo de ceremonias, el delegado presidencial agradeció el trabajo de mucha gente que estuvo involucrada en la Emergencia. Un miembro del público, sin agresividad, le recordó el voz alta a los voluntarios, lo que fue recibido con un gran aplauso por los asistentes.


La introducción de la palabra voluntarios en este acto fue el punctum de la jornada. Es decir, el momento de mayor punción discontinua en el seno de la continuidad ceremonial. Voluntarios, en este contexto, se extendía a la palabra estudiante, que en el discurso general del delegado está asociado a “lo diferente”, y que ha sido sindicado como responsable de que una gran cantidad de mediaguas quedaran mal construidas, por lo que el Cuerpo Militar del Trabajo habría tenido que intervenir para reparar ese trabajo mal hecho.

Nada más que en el terreno del discurso, la garantía de la reparación está dada por el Cuerpo Militar, como concepto operativo y uniformado que garantiza la ejemplaridad de una estrategia de recuperación estatal del territorio que no soporta la permanencia de las “memorias de sitio” (cortas, gruesas, diferentes).  

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